lunes, 30 de junio de 2008

Los 7 Velos De Separaración

No somos capaces de ver los ámbitos intangibles que influyen en nuestra realidad física, hasta que apartamos la idea falsa de que el mundo energético no es parte de la totalidad ofrecida por el Espíritu a la humanidad. Los velos de separación son creado cuando nacemos en cuerpos humanos y cuando aprendemos a responder a la vida a través de nuestros sentidos, emociones y pensamientos. Nuestra alma o espíritu entra en el cuerpo físico, dándole vida a la carne, al hueso, la sangre y los órganos con la fuerza divina vital. Antes de nuestro nacimiento, nuestra alma o espíritu está conectado con el Espíritu, el Creador, el Gran Misterio, y tiene una conciencia clara de la unicidad de la conciencia universal y la fuerza de vida.


Después de que nacemos, cada pensamiento y emoción crea un hilo, un filamento energético que se va combinando con todos los demás, tejiendo los velos intangibles de separación que evitan que podamos recordar nuestra auténtica unicidad, que no contiene dualidad. Esto es como debe de ser: la dualidad tiene un propósito superior, y es necesaria para el proceso de crecimiento y desarrollo humano. La intención de aprender a través de los opuestos la comenzamos a descubrir cuando abrazamos los siete senderos sagrados de transformación humana.

Los velos de separación son las barreras energéticas polarizadas que existen en cada punto de acceso del Tejido del Sueño. Mientras no comencemos a retirar las ideas dualísticas que se encuentran en el interior de los velos, no podremos percibir las verdades auténticas relacionadas con nuestro mundo físico, el potencial contenido en nuestras propias naturalezas, o la vastedad del Tejido del Sueño. Breves atisbos de las diversas verdades son vistos y acumulados a través del tiempo, a medida que vamos eliminando los velos de separación.

Nuestro entendimiento se encuentra limitado por el rango muy pequeño de percepción humana que nos ofrecen los ojos, oídos, nariz, boca, pensamientos y sentimientos humanos. Los velos están elaborados con la información que recopilamos de nuestras percepciones mientras experimentamos la vida, asi como por las suposiciones, arrogaciones, decisiones y determinaciones que hacemos y tomamos, acerca de cómo trabaja la vida. Son como múltiples capas de lentes de contacto, hechas de material semejante a membranas delgadísimas, y que nos permiten distinguir figuras luminosas y oscuras, pero que no son capaces de ayudarnos a percibir los detalles finos de la imagen completa.

Estas capas de nebulosas ilusiones se desprenden a medida que pasamos -y completamos exitosamente- las lecciones de la vida y las realizaciones que encontramos en los siete senderos de transformación esencial. Los velos no caen instantáneamente con un repentino golpe de la mano; en lugar de ello, cada uno de los siete senderos nos permite desprendernos de unas cuantas hebras, poco a poco, hasta que los velos de la ilusión se van levantando gradualmente. Podemos observar esos cambios cuando comenzamos a percibir auténticamente las muchas verdades en nuestro universo, y a expandir nuestra conciencia de lo que existe en la Creación. No hay un orden particular, o un estilo específico de cómo los velos desaparecen. Cada uno de nosotros nos abrimos paso de maneras únicas y diferentes, y en diversos períodos de tiempo en nuestra vida. Cuando los vestigios finales del séptimo velo comienzan a disolverse al inicio del sexto sendero de transformación, redescubrimos la auténtica identidad de nuestra Esencia Espiritual y de nuestro cuerpo, el vaso sagrado que contiene a esta esencia. Entonces comenzamos a obtener el acceso, a voluntad, a todos los niveles de conciencia universal. La separación entre nosotros, otras formas de vida, y el Gran Misterio, es retirada permanentemente, porque ya podemos percibir que todo tiene un contenido espiritual y está vivo y pleno de la fuerza divina de vida.

Cada uno de los siete velos tiene sus propias características. El primer velo nos impide recordar la unicidad del universo. Olvidamos que todo en la Creación existe dentro del Gran Misterio. Olvidamos que todo en la Creación contiene fuerza de vida y espíritu y que todo está energéticamente conectado a través de esos elementos universales. Olvidamos que cada átomo que contribuye a la edificación de la vida y la forma en la Creación contiene la Eterna Llama del Amor y que todo tiene una razón de ser, un propósito, una intención. Olvidamos que toda vida es creada con perfección divina y que nosotros mismos somos parte de ese plan perfecto. A medida que vamos recordando esas verdades, este velo es disuelto o levantado en capas.

Creamos el segundo velo de separación olvidando la auténtica identidad de nuestra Esencia Espiritual y la forma en que estamos conectados con el Creador y con el resto de la Creación. Olvidamos nuestra identidad espiritual, también olvidamos para qué estamos aquí en este cuerpo físico. Cuando olvidamos para qué estamos en la Tierra, también olvidamos nuestro propósito original al hacernos humanos. Antes de que naciéramos en este mundo, todos nos prometimos a nosotros mismos que recordaríamos nuestras identidades divinas y que cumpliríamos con ciertas tareas o misiones mientras experimentamos esta vida humana. Vamos separando una a una las capas de este velo cada vez que encontramos algún otro aspecto de nuestra Esencia Espiritual, y vamos recordando para qué estamos aquí, así como cuál es nuestro propósito original dentro del plan divino.

El tercer velo de separación es creado a través de las limitaciones de nuestras percepciones sensoriales. Al desarrollar nuestra capacidad perceptiva humana comenzamos por descubrir la vida a través de nuestros sentidos físicos: gusto, olfato, tacto, oído y vista. Durante el comienzo de la infancia estamos abiertos a otras percepciones, pero éstas comienzan a desaparecer cuando se nos enseña a no utilzar ningún sentido extra. Se nos enseña a percibir sólo los objetos sólidos que los adultos consideran “reales.” Todo lo demás es considerado que es, o una mentira, o el producto de la imaginación desbordada del niño. Y así dejamos de utilizar la habilidad innata de percibir la energía. Y entonces ¡ya está…! El tercer velo ha sido firmemente instalado en su lugar. No podemos levantar el tercer velo si nos hemos hecho adictos al placer sexual o a cualquier otra forma de sensación física. Tampoco se puede levantar este velo si no tenemos prácticas de disciplina espiritual.

Creamos el cuarto velo cuando desarrollamos nuestras emociones. Un niño recién nacido está fìsicamente desamparado, pero totalmente consciente de sus sentimientos. Usted puede observar las emociones que pasan a través de un bebé mirando las oleadas de expresividad que cruzan su cara en un intervalo de cinco minutos. A medida que nos desarrollamos, aprendemos a controlar o a negar nuestros sentimientos. Este velo, creado por sentimientos no expresados y emociones que no han sido sanadas o liberadas, enmascaran nuestra auténtica voluntad. Sólo cuando este velo es retirado podemos tener acceso a la voluntad del Creador, que existe como una parte unificada de nuestra Esencia Espiritual y nuestra voluntad libre personal.

El quinto velo está compuesto por nuestro sistema de creencias, nuestros pensamientos, computaciones mentales, decisiones, teorías, suposiciones e hipótesis tocantes a todo lo que experimentamos en la vida. Durante la niñez aceptamos las creencias que nos son enseñadas por nuestras familias. Comenzamos a alterar nuestro sistema de creencias aprendido cuando nos convertimos en adolescentes y adoptamos nuevas ideas que están basadas en nuestras experiencias personales, no en lo que era verdadero para Papá o Mamá. Continuamos agregando pensamientos y creencias que están basados en nuestros juicios de lo que consideramos como verdadero o falso, bueno o malo, posible o imposible. Este tipo de elaboración mental se basa en la comparación y la dualidad. El pensamiento polarizado y un sistema de creencias limitado crearán un velo de separación mental. Dicho velo comienza a levantarse en etapas a medida que retiramos capa por capa de creencias dualizadas. En ocasiones, cuando ya hemos eliminado una cantidad suficiente de nuestros juicios, el resto del velo es desgarrado súbitamente, creando un colapso de todas las conclusiones incorrectas o ideas falsas que aún queden.


Creamos el sexto velo de separación cuando desconectamos nuestra percepción de todo aquello que no es sólido. Al igual que con el tercer velo, cuando no podemos percibir los colores, la energía, o el espíritu conectado a la materia o las formas sólidas, percibimos la vida solamente desde los cinco sentidos físicos. El sexto centro difiere en que también bloquea nuestro acceso a otros mundos, realidades, períodos de tiempo, y dimensiones de conciencia. Dependiendo del individuo, este velo es creado en diferentes momentos. Para algunas personas el velo se instala al nacer; para otros la pérdida de la percepción extrasensorial ocurre durante la infancia; y para algunos muy raros individuos el sexto velo no existe. Estas personas agraciadas que no tienen el sexto velo dividiendo firmemente las partes tangibles e intangibles de su vida están bendecidas con percepciones extrasensoriales, pero también pueden sentirse malentendidas porque son capaces de deslizarse con facilidad hacia tiempos pasados o futuros y percibir cosas que otros no pueden percibir. En algunas personas estos dones extrasensoriales están parcialmente bloqueados, pero pueden ser activados. Otros no recuerdan haber utilizado ninguna de estas habilidades y deberán comenzar por desarrollar la intuición y permitir que los otros velos que están siendo levantados reconecten los sentidos extras.

El sexto velo es levantado por partes a medida que aprendemos a eliminar nuestro jucios durante los cinco primeros senderos de transformación. Con el tiempo, desmenuzamos y hacemos jirones las diversas percepciones falsas creadas por ideas fijas y pensamientos limitantes, heridas o emociones atoradas o negadas. Cada vez que sanamos una parte de nuestra vida, experimentamos una victoria o un abrirnos paso que libera nuestra fuerza de vida y alimenta las percepciones con fuerza vital desatada. Esta energía liberada recientemente activa relámpagos de conocimiento interno intuitivo y nos otorga la energía que requerimos para explorar los vastos alcances de la conciencia humana y universal. Nuevas percepciones y habilidades comienzan a aflorar paso a paso para reconstruir nuestros puntos de vista sobre la realidad y la vida sobre el planeta Tierra. Nuestros sueños pueden ofrecernos imágenes lúcidas; podemos tener una visión o un encuentros con entidades espirituales. Para algunas personas emergen habilidades sanadoras, mientras que otros pueden comenzar a sentir a su energía y su espíritu conectados a todas las formas de vida de una manera que nunca antes había sido posible.

El séptimo velo de separación es creado por nuestro sentido personal de individualidad y los rígidos conceptos que delinean nuestras identidades humanas. Olvidamos las verdades que entendíamos antes de tomar nuestro cuerpo humano, cuando estábamos plenamente conscientes de estar conectados al Gran Misterio. Aún estamos conectados, pero obtenemos plena conciencia de ese estado de conciencia agraciado en pedazos, a medida que removemos los velos, hebra por hebra. Desgarramos las hebras de separación mediante nuestro crecimiento personal y nuestros descubrimientos, permitiéndonos percibir una visión completa de nuestras conexiones espirituales. El espíritu humano finalmente toma su lugar como una extensión ilimitada y eterna del Espíritu, el Gran Misterio. En última instancia, nos damos cuenta de que podemos caminar por la vida y mantener al mismo tiempo una conexión plena con todos los niveles del Tejido del Sueño.

Durante el séptimo sendero de transformación esencial, abrazamos la Recordación y destruímos las hebras de ilusión que conforman los velos de separación, evitándonos ver la imagen completa, haciéndonos creer en la ilusión de que estamos abandonados y sólos. En todos los siete senderos de transformación, cada faceta de la verdad es restaurada y cada pieza de la conciencia que es recordada conforma nuevamente la percepción de nuestra identidad humana y cómo nos interrelacionamos con todo lo creado. Los siete senderos sagrados son, ni más ni menos, el viaje de regreso a casa, a nuestra auténtica identidad espiritual y nuestra conexión sagrada con el Gran Misterio. Cuando nos movemos más allá de las últimas ilusiones representadas por el séptimo velo de separación, llevamos la auténtica comprensión de nuestra naturaleza espiritual al interior de nuestro cuerpo humano. Algunas tradiciones le llaman a este estado “el cielo en la Tierra.”

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